La pertenencia a la tierra
nos retorna vertical
entre remolinos de nubes
que mezclan colores
de circunstancias
por las que fuimos
ciertamente felices
racimos enamorados
de moscateles deseos.
No quiero envejecer
sin ese frescor izado
y menos morir
sin seguir las señales
del laurel en flor
como cuando descalza
deambulé con los pechos
novelados de magia.