“con la creación bajo el brazo”
entra por las hendiduras de los días.
Palabras que descreen de paraísos fortuitos,
desde el silencio la sementera está de pie dando paladas
a la postergación, a lo desteñido de la codicia.
Jorge no nos destierra de corredores endemoniados,
en lo inusitado indaga, alerta signos.
Es un pionero de la noche,
se lanza al sueño con los seres que lo habitan despierto
y si la ficción es razón la carnaliza
hasta devorar en su escritura.
Somos pasajeros en estas páginas de resonancias
que ruedan en el tren del retorno a uno mismo,
para no dejar de interrogarnos por las treguas
y por la estación donde llegar o partir,
tal vez sea el reloj de la muerte y los rieles la vida.
Por esa “luz sin pan” a Jorge lo sustenta
el arañar del gato en la vigilia lunar,
esto es el horizonte del que busca en el viaje
la voz y la pausa,
del que permanece en el fuego de la mirada que lee
y no se pierde en el hoy.
Un camino más… es la transparencia de la poesía
cuando narra la lluvia, un vuelo cayendo en la ventana
que asevera lo útil de la ternura,
lo silvestre de la esperanza y el sinsentido de lo normal.
Aquí no truenan promesas,
se escribe la persistencia del agua, sus pasos,
esas huellas que buscamos ante la “suerte lastimada”.
Que no sigan acobardándonos con lo gastado y vencido
con el lloro en el baile del perder,
porque somos cautivados en este desencierro del andar
por personajes nombradores
del temblor y la ensoñación,
de la distancia y el misterio,
de lo irreal y el desconcierto,
de la desgracia, del idilio, del fin.
Con ellos nos salvamos del letargo
“los que nos preocupamos por vivir”.
Jorge abre las sombras, alivia el hambre al entrar y salir
de las historias que gotean desde la esencia
y nos dejan con sed de invento
alejando miedos, delirios,
aceptando la invitación de una golondrina
para que no se desvele la infancia,
que permanezca en la vereda de los hechizos.
Un camino más…a nuestro costado,
sin dejarnos solos con “rosas angustiadas”
“desde la garganta de la pobreza”.
La sombra literaria no deja que se fuguen levaduras
nos da los buenos días con mentas rondando relatos
mateando entre fantasmas que azucaran heredades,
zurciendo recuerdos caldeadores de ritos,
aromando de luces y tinieblas los ojos
que aspiran el calor que perdura.
En los cristales de este libro
hay romances que azulan hasta la muerte,
es un “volcán revuelto” la ebriedad de contar,
el grito que enmudece ante la creación del enigma
que se apareja a prestidigitar encuentros
dando origen a latidos sobre la mesa
donde desaparece la cordura
y emerge lo perpetuo del vino en la mujer
que es noche, sueño, convite “para seguir viviendo”.