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Sobre mí

Recuerdo la maravilla de aprender a leer, a escribir.

Los cuentos en mi patio, en las noches, los que me traía mi mamá y alejaba el miedo por las sombras del parral, movedizas entre las celosías de la ventana. Jugar con agua, bañarme en las acequias y el olor a tierra mojada, cuando usaba los regadores que hacían mis nonos o mi papá. Los ríos que escuché, el impacto del mar cuando lo conocí en Chapadmalal y se llevó el zapato de mi hermano. El agua sobre todo, la lectura que me salvaba y los trenes para llegar a esa estación de las alegrías. El servir helados con mi hermana, esa espuma de jabón, andar en monopatín, los tejidos de mi nona Rosa y el columpio que me hizo volar, poesía vivida. Mi escuela primaria dejó su escalera, su inmenso jardín y algunas maestras como marcas que no se borran. La secundaria, la dicha de ir al Magisterio, desde pequeña supe lo que anhelaba ser. La adolescencia fueron amigas, enamorarme del amor y escribir, desde entonces cuadernos y libros la perfecta compañía. Empecé a compartir letras y elegir vivir en estado de poesía, junto a Camilo, mi compañero, nuestra hija Jazmín e hijos Lautaro y Ulises.

En ese camino publiqué los libros Memoria del Pedernal, Oído de Pájaros, Manuscrito de Los Desterrados, Porfía, como así también poemas en ediciones grupales, revistas, diarios y páginas web. Algunos premios y encuentros literarios fortalecieron esta urdimbre.

Además, coordiné el Proyecto Herencia Viva, que busca recuperar la memoria colectiva y dio a luz cinco libros. Cuento con obras inéditas, algunos de cuyos poemas podrán leer en este sitio.

 

A lo largo de mi vida, siendo casi cuarenta años maestra, siempre sentí un compromiso social, que se expresó y expresa a través de la militancia sindical y política por una sociedad sin explotados, ni oprimidos. Soy parte del Partido de los Trabajadores Socialistas.

Escribo sin saber definir aquí, antes y ahora qué, pero siempre cerca de la gente, entramada a la metáfora de gratitud por lo que es y por quienes son presencia en mi palabra, las generosas personas que ennoblecen este mundo y por el que luchamos.

Nací en Mendoza en diciembre del 56.

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Osvaldo Bayer

En Mendoza, antes de una conferencia en la radio Libertador, se aproximó una delegación de los más humildes de los humildes, los más explotados, los recolectores de ajo. Me trajeron como regalo un hermoso ajo envuelto en una cinta que decía: “Recolectores de ajos”. Y me presentaron su denuncia, con palabras claras recalcadas con gestos sobrios de sus manos encallecidas. El petitorio estaba titulado: “Los trabajadores esclavos de Campo Grande”. Son recolectores de ajo del establecimiento El Resguardo, del exportador Carlos Adrián Sanchez. Desde el 7 de noviembre los recolectores de ajo están en conflicto con la empresa. Protestaron porque no se hacen aportes jubilatorios ni tampoco se les reconocen los doce años de trabajo. Son hombres y mujeres.
... El 29 de noviembre, los 23 delegados y sus familiares fueron impedidos de trabajar por patovicas. Se organizó entonces el paro general. Los obreros se quedaron en el portón principal. Pero muy pronto se hizo presente la fiscal Liliana Giner con 150 hombres armados y ordenó a los trabajadores retirarse del lugar. Entrelazadas de brazos todas las mujeres hicieron un cordón humano, también había algunas embarazadas, y a los hombres los hicieron poner detrás de ellas. Vino entonces la orden de represión. A machetazos, les tiraron balas de goma y perdigones de pimienta... Los manifestantes fueron perseguidos más de quinientos metros y resultaron más de cuarenta heridos. Quedaron todos despedidos. Desde ese entonces no se ha hecho justicia. Hay pruebas de que la empresa hace uso del trabajo infantil. Los recolectores piden justicia. Se llaman Ana, María, Graciela, Yemina, Pamela, Celeste, Javier... y siguen los nombres.
Cuando escribo esto tengo el ajo exultante que me regalaron. En el escritorio. Me emociona. Paco Urondo y Dardo Dorronzoro habrían hecho una poesía con él y las manos que lo cosecharon. Pero la mendocina Nora Bruccoleri ya había redactado esa poesía y me la alcanzó al marcharme.
El Manuscrito de Los Desterrados de Nora Bruccoleri está diseñado como una táctica para subvertir la visión de sus lectores sobre una realidad contra la que la poeta protesta. Una obra incisiva, de grave densidad, que se inscribe en "la promisoria ruta de la poesía social", como expresa en el prólogo, Federico Mare. La estrategia poético-militante de Bruccoleri es convertir a los lectores de su poesía en lectores críticos de esa realidad que la subleva. Por eso sus poemas no son evasivos, ni intimistas, ni ornamentales. Son poemas cocidos al fuego de la represión, la injusticia, la opresión. Y amasados, también, con las manos de quienes resisten, luchan y transforman.
... Para quienes somos militantes, como la autora de este libro, la poesía de Bruccoleri es un registro testimonial de las luchas que compartimos: luchas estudiantiles de ayer y de hoy; solidaridad con los pueblos originarios desterrados ayer por la conquista, hoy por las multinacionales; trabajadores muertos por la superexplotación y por la represión policial; mujeres que sueñan con su emancipación; oprimidos que ansían romper sus cadenas.
Sus poemas son un registro memorioso del pasado, con sus batallas y sus muertos, pero también encierran la intención de un futuro, donde los desterrados sean el odio y la explotación del hombre por el hombre. Por eso, su poesía da indicios del camino a emprender para quien quiera cargar con las lecciones de ese pasado, con la intención de construir un futuro liberado de todas las ignominias que hoy denuncia, sin ambages, la poeta mendocina.
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Andrea D´atri

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