Caen con vestir de arpa
al mundo ondulado
de un lago
heredero de mi infancia
y se me quedan
en los ojos
de saber a solas
escuchar retazos
de voces paseantes,
trinos y a esa piel
del sentir
aires libres
mientras duerme
en la cercanía
el nublado del carnaval
un perro
sangre de pasto
residente de este rosedal
como los pájaros
que chillan
su pecho amarillo
a comienzos de marzo
fiel a las dulzuras.
Leo el mirar las aguas
los reflejos de horas
consagradas
desde las maderas
de un banco
donde pienso
lo genuino de estar
sentada con vista
a la montañazul
y al tiempo
aliado al pasar
sin más cualidad
que la desprendida
de la quietud arbolada
por un día distinto.