Para mi Madre
una siesta
en que la entendió
de un solo trago.
Para la niñez
de mis escuelas
un club
de recitadores
apasionado
por la memoria.
Para aquella profesora
hostil de matemáticas
un distractor nocturno.
Para mi Padre
sólo Gagliardi
con su puñado
de emociones
era el poeta
de verdad
y a mi poema
Tren con alas
le tomó el pulso
erótico y me lo dijo
inquisidor.
Y para Quienes aún
les interesa
oler las jarillas
llovidas en mi interior
es luz gorjeada
en el momento
del abismo.