Si esas flores hablaran
las que te nombran
dirían que te gustaba el otoño
y lo escribirían
en la última luz
con que la tarde
afirma lo bueno
que tuvo el día.
Y allí la sencillez
sería la letra
de tu tiempo
al compás
de las sorpresas,
esas cosas
tan del momento
que convidabas
dándote cuenta
del tesoro de ser alegría
a pesar de todo,
compartiendo
la claridad de los gestos
impecables recuerdos
que traen tu presencia.
Por eso tu voz
se fue a la fuente
de lo querido
aquello que siempre
suena perfecto
entre los sonidos
que nos esperan.