Quedarse con la mente
limpia de ajetreo,
pronta al entusiasmo
que será regreso
a nobles quehaceres.
Sentarse a propósito
junto al aljibe
de algunos recuerdos,
estar con el respiro sereno
en ese agua,
ojo de solares momentos.
Y entonces
ser juego con espumas
sirviéndolas como helado
entre manos niñas
y el sabor como nuevo.
Llegar aquel lar
guardado por álamos
en el campo aún anochecido
de una mañana maestra.
Y para verdecer
con el amor sin rengueras
entre pensamientos zorzales
celebrar lo mejor
de nuestra esencia.