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PENA DE MUERTE

Poema publicado en el libro “¡Pena de muerte?”

junto otros 49 escritores y escritoras argentinas, 1992,

Ediciones La Sopaipilla.

Qué pena la vida

si el filo de la muerte graniza con sus voceros

al ramo de nomeolvides

que ilumina la historia de todo recién nacido,

burlando así el hacha del hombre que la clavó en la tierra

y dio su memoria, su sangre al mundo

con la ancestral esperanza de vivir,

sí de vivir.

Qué pena la vida

si los actores de las sentencias

derraman la leche sana

de aquellos lugares, de aquellas miradas

que entendieron siempre el beber en compañía

el crecer sucio del juego.

Sí qué pena la vida

si al libro verde, al que vuela

en las crines de ciertos pensamientos

le arrancan las hojas y así asesinan perfumes,

que se fueron arbolando en labores

en encuentros tempraneros.

Hacer el pan es un gesto de muchos

aunque sólo dos manos

enharinen el acto vegetal de los humanos.

Que pena la mesa servida

si la da vuelta la amenaza

del viento crudo de aquellos hombres,

que nunca sabrán leer el nombre que teje la araña

y sintoniza con el universo,

el que sólo es develado

a quienes urden sus días

con las madejas de la paciencia

y el color generoso que abriga

en el cotidiano telar del trabajo,

a quienes nunca acordaron con la locura

ni hicieron la pregunta mortal

los que no estuvieron complicados

con el tiro en el vientre de la mujer encinta.

Qué pena la vida

si el rito del agua, del agua que corre,

riega y calma,

del agua que lleva las voces de los enamorados

y da vuelta el molino de sus cuerpos

escribiendo en el aire

la caricia que sólo se moja de luna.

Qué pena el agua de los enamorados

si la vida se queda quieta

si el abrazo de algún aljibe

se seca, se calla

ante el agravio cardinal,

no puede morir el momento único,

es la vida misma quien decide ser muerte.

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