Amarradas las manos
por esa culpa de ejecución
como testigos y actrices
ante la desesperanza
avanzamos por lo imperfecto.
Lo indecible nos atraviesa
con hostilidades engañosas.
Por qué ataduras
si existe lo extraordinario
y es el paraíso de hacer
en las horas contadas
que tenemos de vida
lo que nos suelta
intencionalmente
al origen de la dicha.
Por qué el extravío
si el sol nos escribe
sus favores de biblioteca.
Entonces por qué el cadalso
de lo clandestino
si lo verdaderamente saludable
es andar como ave
sin urgencias
en la órbita de la libertad
inventando,
impulsando
con las nómades frutas
de nuestros cuerpos
el sí o el no
que repliega o despliega
la entraña de nuestros espejos
donde se miran y olvidan
por naturales,
por armoniosas,
por pendulares
las rotundas maneras
de ser seguras
en lo raigal de un derecho
que se nos antoja
por ruiseñoras de las aguas
desde lo milenario
y hacia el fondo
de lo que vendrá Nuestro.
Por ello penetramos
vértebra a vértebra
la oscuridad
hasta la hierba fresca
que extrañamente
en esta fecha
se llama legalidad.