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PAN Y ROSAS

a Jazmín, mi Hija

de mi libro Manuscrito de Los Desterrados 2011

Hay mujeres que viven azuladas

palpando alumbramientos

entre crines y lirios de sensuales equilibrios.

Azuladas en el perfil de una lejanía

donde aguarda el tren que nunca olvidó

su romance con peregrinas corolas del horizonte.

Azuladas porque los cascos de los años

no amurallan a sus madrugadas

en el pescuezo de los desvelos,

esos que cacarean culpas

y otros pálidos maltratos.

Son las hortelanas de todo lenguaje,

despiertan rasgando postigos

y repartiendo ese olor a pan

que cascabelea en las casas,

donde el sudor y la canción

amedrentan al desgano y a la saliva

de mezquinos engaños.

Hay mujeres encaminadoras de penumbras

en la harina convocante del destino,

ellas onduladas por los surcos

y afligidas por astillas de miseria,

por ese tiznado y borracho ceñir

despedazan condenas,

palos y piedras de necedades,

de invasiones indecisas y acechantes.

Esa raza que afila

confusos tábanos de sometimientos

se declara vencida entre las mieses que capitanean

esas mujeres, las de remotas hazañas

apareadas en la dulzura curiosa y cotidiana,

la que acuchilla desmemoria y ventura de asesinos

sólo con su manera gorriona y veraz

de remendar la vida.

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