Cuánto hacemos
y deshacemos
para que no se pierda
la palabra
que nos salva
sin saber
exactamente
de cual oscuridad,
hasta la encomendamos
al mar del imaginario
por darle protección
antes de enviarla
a la otra orilla
donde ojalá
pueda cuerpear
con las letras
de los vínculos
contra el silencio
que dobla la espalda
de ese ritual
tan decisivo
como el instante
ante el espejo
sin ausencias
de la poesía.