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NOS ENROBLECISTE

a Alfonso, mi Padre

Con la oratoria que se queda

en las semillas lustrosas

de tu generosidad

mar adentro

de casi un siglo que viviste

según uno de tus nietos

y pasó tan rápido el tiempo

tu decir, tu añorar.

Los latidos se hacen fuertes

para empezar a dejarte

en el horizonte del nunca jamás

sintiendo que en algún quizás

sea otra vez un siempre

por los misterios que ya

con seguridad descifraste

y llegan encolibreados

para permitirnos escuchar

lo hablado y lo que nos faltó

desde tus ojos

porque nos siguen mirando

entre el verde de los frutales

que confiados a las tres lagunas

de un río salado en la llanura

de tus dones ferroviarios

y en el fundar y soldar

todo lo que con sabiduría

en tu provincia de montañas

fuiste legando

con nostalgias italianas

y pasiones revolucionarias

es y será equilibrio,

nobleza, juego

entre nuestras vidas

que tanto y más te aman.

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