El suicidio limpia
súbitamente
lo que el abandono
hizo a diestra y siniestra.
Queda el silencio
en una carta
que encomienda
bregar en los intentos
por ser de a ratos
seres contentos.
Todo está intacto
para ser
en la nada
o volverse digna
en el ajetreo milenario
de mover la tierra
con los dedos
de la fatiga
del sinsentido
de la emperrada pena
y confiar
en que prenderá
lo verde
como una linterna.