Ahí donde se quede
la tarde
luego de un día
de dicha
quedarse a guardar
el último sol
que sabe
cuidar la montaña
y mirarla con ojos
que abran la puerta
para ir a buscar
otro mañana
y otro
pintado de niñez
donde seguir jugando
como en décadas
mientras acariña
hasta el aire
como una perrita
que ennoblece
las sombras.