Los dedos frutales
cosechan alturas
esas delicias
que entre la nieve
escalan camino
y van con paso
calmo pero decidido
al trueque confiado
entre lanas
para escardar
la limpieza del tiempo
acunando lo pequeño
la pureza entramada
del quehacer,
que lava desmemoria
la airea
para darle color
de transmutación
con la noble compañía
de quien es mayor
en las tareas
que trenzan
el día a día
y abrigan la música
del devenir
hilando simpleza
cosiendo el tejido
de los sueños
que será manta
de constelaciones
por las manos
que trajinaron
en su hechura.