En la niñez
son todos los días
y todos los ratos
que ocurren
sin pensar
como cuando se juega
a las estatuas
con el pie del mundo
sostén de metamorfosis
pura ilusión
de lo que es real
entre gusano y mariposa.
Y en la adultez
esquivando duelos
con lo potrillo
del contento
que buscamos
cual manada
pastando junto a un arroyo
mientras la guitarra
de un joven suena
con soñadora melodía
y sucede el planear
de un cóndor
y el agua escuchando
los latidos de quienes
bañan cansancios
de un año que terminó
y ansias
de empezar otro
con frescor para bailar
como volando
hasta en las cuerdas
de la quietud
y desde ellas
en el tiempo
que cierra los ojos
y nos deja libres
para ser lo mago
y mucho más.