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LENTEJUELAS

Eran el premio

de mi Madre

que guardaba

en los cajores

de su adorada

máquina de coser

la vida

porque así

lo hacía

y yo la veía.

El mágico premio

que a veces

me ofrecía

y daba

si tomaba la leche

o comía algún bocado

que en aquella edad

era intragable.

Con las lentejuelas

sentía ser coronada

por esa vía láctea

que me volvía reina

en la timidez

acurrucada

entre el continente

y las aguas de mi niñez.

Ayer las encontré

ordenando

buscando otros rincones

para el existir.

Fue su premio

otra vez Ella

nutriendo mis vaivenes

con ese puñado

de inesperados brillos

que nos traen

la sabia ingenuidad

de su presencia.

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