Del libro “Manuscrito de Los Desterrados».
La maestra tiene huesos olorosos
y un cantar de gallos que despeja la niebla.
En los músculos de volantines
penetra herencias e inventos.
Se la ve arremangada
dando conversaciones a dos o tres verdades
en los faroles de ciertas esquinas.
Pone martillos en vez de escombros,
arrima sillas y convida alientos,
es una sobreviviente en las correntadas
que a otros dejan callos en la esperanza.
No se detiene en los médanos de la duda
y la intriga del futuro no la adormila.
Construye el arma en la memoria
que oficia de gatillo,
presta las espaldas y ahuyenta abandonos.
Es leña que asimila el fuego
y su fortuna suda paciencia.
Lleva la cara encendida
por los dedos de estas llamas.
Sigue de cerca al deshielo
que es el tiempo del agua,
conoce los secretos de la espuma y del barro.