Defendamos a La Calesita del Parque San Martín de Mendoza!
Principia la música que espolea
con risueñas evocaciones
en el alero de la infancia
a los multicolores corceles
que ahuyentan la orfandad del mundo
siendo lumbre y gracia.
Caballitos en el resuello fantasioso del tiempo,
los que se alejan de maleficios y abandonos
retornando a errantes siluetas
de dragones, frutas encantadas
y aquel enano que declara su diáfano amor
a la sirena que lo besa
con la cara lavada de la inocencia
ante la letra que privilegian los ojos.
En un vigoroso sube y baja
la música da vueltas y vueltas
y por ese viaje circular
la niñez es robusto y esbelto ensueño,
radiantes castillos de impetuosas edades.
Las dulces riendas de sus luceros
juegan con mágicos acentos,
desaparece el corredor de la desesperanza
y con inofensiva prontitud
llegan lilas mensajeras
de sortijas y asombrosos espejos.
Un torrente delicioso ampara en el girar
y por ese regocijo
se monta hasta el origen de una ilusión
y más allá.
Rueda entonces el empeñoso destino
de ser feliz jinete pluma a pluma,
mientras la calesita de turrón astral
acompaña en ronda a la ingenua cigarra
que acosada de inviernos y otras calamidades
da galope y vuelo al porfiado corazón.