Con el polvillo que alumbra
un rayo por la ventana
irse del enredo
que no deja mirar.
Llevarse un perfume
sugestivo, apropiado,
la flor del níspero
para un viaje fugaz
al pulso de lo grato
y ser en el ir
tan liviandad
como una clara orilla
llamando a partir
como a regresar,
con el regocijo del aire
entre las aspas
del seguir.