Andamos en bicicleta
en medio de un poema
y lo dejamos sin firmar
en el asiento de una plaza
o entre el amarillear
de los árboles cansados.
Escribimos mientras hablamos
como queriendo decir
lo que no decimos
y sembramos nuestra valentía
a pura palabra pensada
en el momento de sentirla
así como vivimos enteras
en la mitad de la fruta
que nos convence
de lo que somos.