loader image

ENTRAÑABLE CONDENA

11 de Septiembre del 2021 en mi primera Escuela amada, la 109 Nacional, que luego se llamó Candelaria en el Algarrobal Abajo de Las Heras, Mendoza.

Maestra en las vías del tren que volverá a correr.

Porque algún día veremos otra vez

las estaciones pobladas de pañuelos.

Sólo puede la despedida doler menos

si es emplumada por un pañuelo.

Maestra en la cita que el mañana

ofrece como una generosa tajada de sandía.

La frescura se mantiene con el nombre puesto

cuando el mensaje no pierde

los dados del porvenir.

Maestra como mirada de pasto nuevo.

Con ella se puede rodar

en un abrazo que nos asegura transparencias.

Sin golpes, sin mudez ni mentiras,

sin los cristales neutros del poder.

Maestra que va por la orilla

y deja el camino para el ancho andar

de quienes escribirán en sus venas

el valor robusto de tanta ternura.

Porque sólo se pone de pie la cara del recuerdo

si la sangre de los pactos

con el día y con la luna

recorre las aulas y las sostiene.

Niños con sonrisa

de ventanas y puertas abiertas,

con penas que atraviesan

y sueños molineros.

La entrañable condena de ser maestra

me cincela desde siempre

y lleva las uñas de la esperanza

hasta el cráneo mismo del abandono,

haciendo de mi vida

un congreso intermitente

de amados nombres.

Sólo pueden las piedras

guardar en sus presencias

este mandato visceral

que vuelve a sacar virutas molestas

y a frotar lámparas de fe.

Cómo renunciar a la letra

que se subió a mi manera de mirar,

a mi condición de farol encendido,

al sentir que escribiré algún día

el libro de tantas voces

que creyeron en mis aguas.

Porque sólo mis aguas

han podido curar distancias,

gajos quebrados

y la fría cordura.

Vuelvo al pasado

y lo apreto contra mi cuerpo,

aún reverdece por aquellos días

con desordenadas ideas sabrosas

y cerros palpitantes de rebeldías.

El ayer pone su sombrero

al soplar el polvo del tiempo.

Me tonifican los gestos

de hombres y mujeres

que fueron niños entre mis tizas.

Maestra de campesinos y albañiles.

Aparece y no deja de aparecer

un rumoroso espacio

donde el juego convida

a borrar el olor a tristeza.

Maestra hasta que la buena lluvia

venga a buscarme

y me proteja en el viaje que no se posterga.

Sólo ella podrá llevar mi pensamiento

junto a la paloma de septiembre.

En alguna escuela

alguien lo estará escuchando.

Share This