Para algodonearse de azúcar
con la infancia que juega
entre árboles perseverantes
en los gestos invernales
de sus ramas abrazadoras.
Dominguear en una plaza
ante el correr de perros
que ilustran la dicha
de ser antojos de libertad.
Matear allí leyendo
retazos de conversas
paseos de rostros
vecindad de torcazas
mientras la luz
se va entrometiendo
con los colores del día
que se va con deleite
por haberse desquitado
de ganas y momentos
para volver a pedalear
sin encierros ni opacidad.