a Agustina Martínez
Con los ojos pintados
de poesía
y la tibieza
como último refugio
emprendés el vuelo
hacia la levedad
dejándonos intacta
tu manera de ir
por este mundo
confiando en el sol
de lo amoroso
para protegerlo
en la canasta
de lo cotidiano
y repartirlo
con la fragancia
de tu franqueza
entre los aros
del buen aire
que fue tu alegría
y nunca abandonaste
en el puerto
de los dolores
más grandes.
Chona de las ternuras
primeras y últimas
seguiremos escuchando
los cascabeles
de tu encantador
decir y hacer
evocando tu amistad
con la entrañable
Muñequita de pañolenci
para no olvidarnos
y seguir escribiendo
como era tu gusto
en papeles y libretas
el don de lo puro
ese semillero
de hermosuras
tal como prado
de alhucemas
que fue tu esencia
y ahora es la fuerza
que nos legaste
para seguir
con tu amada
sonrisa de trinos
apegada a la amanecida.