Ser álamo de frente
a la mañana
que se aprovecha
con los ojos anclados
pero vueltos nube
en andina azul costumbre
de izarse montaña.
Ser suelta de apuros
entre lo celeste
que se posa
en planeos del silencio
y regresar cada vez
envainada por lo nuevo
a confiar en el ajetreo
que nos legaron
nuestros mayores
desde la sencillez
de lo laborioso.