Entrar a la caracola
del tiempo
porque sí
y salir
cuando las ganas
de ser
sin medidas
nos elogie
el pulso de lo cordial.
Ser las agujas
de arena
en la pausa
y el ritmo
entre labores
y ocio
para que el deseo
entre por los postigos
de lo fraternal
y se abra
hasta llegar
al horizonte
del seguir
hacia los siempres
del más acá
y más allá
del revolucionar
pasos y mundo
compartiendo horas
tan preciosas
como el segundo
que encuentra
la salida
en el laberinto
del caos
y se abraza
al trino del sol
por el piedra libre
de nuestras manos
de aquella página
que espeja aguas
con el único reloj
preciso al navegar
y en la espera
de esa orilla
la vitalidad
donde todo
vuelve a empezar.