En agosto
quizás sea llanto
el de las parras
o tal vez agua
que dejan caer
para apagar
con timidez
de invierno
algún fuego
vuelto agrio vino
tras una pasión
sin latido.
Las parras lloran
su reguero de lágrimas
me conmueve
desde la primera infancia
y en este tiempo
me quedo debajo de ellas
las recibo conmovida
y un alivio sucede
por sus gotas,
la pausa larga
de los fríos
se hace nada
ante el pulso
pronto a revolucionar
del verde
ese manifiesto
entre ramas
de una edad
que afirma
con sangre de frutos
lo que se preste inventar.