Un trece de abril
apareciste en la puerta
de la ternura más ancha
tal mar que no conociste
y te empezamos amar
con forma dorada
porque lo eras
como doradas
son las frutas
del otoño
en que nos elegimos
para ser notas
de un piano cristalino
donde aún suenan
cuando recordamos
dulces episodios
de tus años
abrazos guturales
y ladridos
que tuvieron
lo que permanece
en un bosque
y lo hace perdurar
por el buen viento
así las cartas
de gratitud
que te enviamos
al paisaje
de lo que fue
tu fidelidad.