Eran las páginas de un tiempo
que tenía razón de pájaros
de flor,
de brasa valiente
en balcones de pasión.
Era militante el arco iris
y el pasto crecido del arte.
Éramos nosotros
que no esperábamos a la lluvia
la andábamos como al amor
descalzos,
con las melenas francas
inventados de montaña.
Éramos invencibles cuerdas
en el polen del destino.
Desde entonces nunca volvimos a mirar
con la indigna mueca de la indecisión.
Fueron sucediendo ferocidades
y tibiezas,
la vida,
con tajos inesperados
y sonidos inconfundibles de ciertos besos.
Nosotros cautivados y maltratados
por los tapices inconclusos
y sin embargo perfectos,
fuimos abrigándonos con esas luces
y olvidando inútiles pasados.
Algunos destejieron colores
y el desencanto clavó sus cuchillos.
Otros fueron fotografiados
en lo invisible de la muerte,
los devoró la crueldad, el desamparo
en el hueco cráneo de la nada.
Ese abandono condena
a bien recorrer inolvidables piedras.
Eran las páginas de un tiempo,
nuestro terrenal relato,
el que continúa en el viento
mientras enhebramos nuevas alas
con el vuelo de aquellos deshielos.