Le damos la espalda al olvido
y en la fuente salvaje
de las preguntas
somos la piedra
que ahoga a cada plomo
que te mató.
Tus respuestas
en las mejillas del fuego
descifran las huellas
el alfabeto de la tierra
con el que nombramos
a las raíces que nombran.
Hay fechas con cartas
que jilguerean espesuras.
Cómo no leerlas!
En ellas tu signo
es un alazán que vuelve.
Es enero, es tres
y el horizonte
nos tiembla en las manos
como un aula de ira
en la corriente del sentido.
Sacudimos al vacío
no nos hace sombra el espanto
y cuesta arriba
hasta el mástil de tu sur
donde la cicatriz
de la ausencia
esquiva abismos
allí las líneas que salvan
a la talla de tus mareas
panes de una araucaria
tu legado Matías Catrileo
la garganta que no calla
que nutre el empezar de nuevo.
Subido en los hombros
que recitan semillas
como puertas
venís al alba de tu gente
con los carbones
al pie de la memoria.
En la boca de tus páginas
respira la confianza del pueblo
que cien veces vive
cien veces vence
porque conversa con el cosmos
que brilla en su sangre.