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SEMANA TRÁGICA MENDOCINA

Del libro Porfïa 2016

Cuando una semana cabe en la palma

de la historia,

al grito de aquel canillita

en tierras ponderadas

por su raigambre huarpe,

todo reflujo descifra

los proverbiales recursos

con los que el pueblo asevera

la hechura de sus derechos.

Puede el desconcierto tener la amplitud

de la costumbre,

pero el mosto de la paciencia

no admite el siempre

y triunfa lo integral

en concertadas barricadas,

donde se maceran las fuerzas

que agremian ofensivas.

Enero de mil novecientos diecinueve

tiene la palabra

que secundan las piedras

de una precordillera

robustecida en los valles

leales a la compostura

como el zamarreo que excava

y dirime en concientes juntas

procederes a favor de la unidad.

Piedras braceadas por jornaleros

contra la magnitud del privilegio

y el compendio de las reprimendas.

Principia en el Barrio de Pompeya,

en Buenos Aires

la arremetida por curvadas espaldas

en los talleres metalúrgicos Vasena,

donde se saca provecho

a la vehemencia de ser solidarios

en una época de categóricas banderas.

Espaldas curvadas

que por erguir méritos

honran las gavillas del obrar

en el ascenso que construye

los oficios del vigor.

El broquel del triunfo

fue sumar, ligar, congregar.

Ocho horas dignifican

alianzas feraces,

desde cada poblado argentino

se encumbraron rebeldías.

El acierto de tranviarios,

el encauzar de albañiles,

el levar de panaderos,

el desliar de los mecánicos,

los pintores librando luces,

el brío de los carreteleros,

el designio de los sastres,

los mozos confortando,

la eficacia de los gráficos,

los toneleros del convencimiento,

la veracidad de los carpinteros.

Crearon resueltos

el poder que sacude letargos

en armerías que honran

por tenaces principios,

desde el mitin eclosivo

de veracidad proletaria.

La heroica huelga sostuvo

lo que fue y es

perentorio y concluyente

ante la incercia que vulnera

las gloriosas usinas de la protesta.

Épicos piquetes en aquellos primeros días

de un año

que compaginaba los precedentes,

los consecutivos

en una generosa legión

de revoluciones

que elogian la oportuna intensidad

con que los trabajadores

malogran la opresión.

La insurgencia en aquella semana trágica

no cedió su despejada valentía,

por ello funestos tiros

laceran, arrebatan vidas,

a Luis Gutierrez matan en Mendoza

y la desgracia desde los adoquines

cegados por sangre

que confirma seculares dominios,

iza honorables iras que embisten

en galpones ferroviarios

procurando la equidad,

demandada por paros al unísono

extendidos, ayuntados

por mundiales reivindicaciones.

A pulso de fundamentos,

con aquel grito cuyano

del canillita en Godoy Cruz

ante el paso del tranvía

que despeñaba la cohesión obrera:

-“¡Abajo el carnero y viva la huelga general!”

se encabritaron fuegos

que aún son oratoria

entre quienes somos códices

de la única clase

donde es albor la humanidad.

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