Fuimos por esquejes
al rosedal del lago
y ya no quedaban
pero la tarde no podó
nuestro enraizar
en la perfección
del juego diamantino
desconocido siempre
y siempre familiar
esa inspiración
al mirar los renglones
entre el paisaje
la gente y las aves
para ser sencillamente
feliz ante las novedades
de luminosos instantes.