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ZONDA

De mi libro Manuscrito de Los Desterrados

Los poros del aire se agrisan,

parvadas de polvo

amenazan y excluyen

la capitanía de la frescura.

Perdida la veleta que encamina

los surtidores del quehacer

se quiebra en huída

el cauce de lo instantáneo.

Todo es revuelta

porque el viento

bracea lo prófugo

y arroja al azar

la compostura de la calma.

Se incendia el humor

en los volantes confusos

de ásperas ráfagas.

Arrecia la sequedad

irrita en cada arista

con sus ruedas de aridez.

Las correrías del ventarrón

son convincentes.

Todo es fugaz,

éxodo

en candentes vías

que turban actos, gustos

y reparadores alientos.

Urge penetrar

en desembarcos vaporosos

de eucaliptos,

esas moradas que concilian

con rocíos dadores de respiros.

Afuera todo es desobediencia

hojas y papeles expulsados,

esparcidos por el vendaval,

ese rudimento del fuego

que en gresca

con atajos de abandono

es quemazón arremetiendo.

Arde la honra del verde

árboles, animales abrasados

y la dantesca sinrazón

de humanos que escalda

el enredo recluído

en la iniquidad

y es pesadumbre

en la diáfana conclusión

del zonda

cuando pulsa los azules

que orea la montaña.

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