En el fuego
crepitando
el sonido
del piano
que no dejé ir
y acompaña
siendo saludo
con sombreros
de tentación
la hojarasca
de la soledad
En la gaviota
vista hoy
cruzando
la siesta
desde el cielo
de mi terraza
que mira
montañas
soñando
por siempre
con vivir
en el mar
En la ausencia
de mi Padre
que anda
escuchando
su oratoria
versada
en rieles
y árboles frutales
de casi un siglo
En el tajo
que ríe
en vez
de doler
hecho
por un vidrio
insolente
a mi meñique
tras limpiar
cuidar
el paso
de la vereda
el juego
de los niños
y las patas
de los perros
En los recortes
de la carpintería
que recojo
para esculpir
algo distinto
ante el cristal
de lo pasajero
con la bicicleta
tal aurora
en plena noche
de la Mujer
que cosió
la poesía
a mi sangre
En las Tres
Razones
que siembran
los momentos
del infinito
con cada gota
que es llamear
de luna
de amor
dando verdes
y más colores
a lo que planto
y plantaré
como sentido
entre inicios
al tocar la tierra
del existir.