Al abrazo que semilla
en lo que llega sin pedir
y se te sube por las piernas
como el agua a la orilla del mar.
Sonreír a la noche que avanza
y no devora la letra de tus ojos
con la que se escriben
poemas al deseo y a los intentos
para estar con quienes vuelven
a ser el entusiasmo de tu porfiada
manera de maravillarte ante la vida
sin dejar de dolerte por los pesares
que la buena gente tiene
tan injustamente.