Para seguir desde el vuelo al agua
de los tordos en el lago
la vitalidad de lo silvestre
nos descalzamos por cumbres
de tan tiernos pastos
en la tarde de un verano
que dice ondulaciones
junto al algarrobo abrazador
al fondo emocional
del año que se va
y donde se deleitan
perros, patos,
pitojuanes y palomas.
Se abandonan padeceres
en las horas que colorean
reflejos que prometen cierta paz
como el bogar de una hoja
vuelta canoa en la orilla
del mirar sin más
que la calma a propósito
del descubrir nuevamente
el eje de la ilusión a flor de pies
pisando el frescor de la brisa
y siendo como el círculo caído
en el juego de los niños
alejado del dominio de las manos
para estar lejos siendo placidez
en el día que termina.