En la hierba fresca
de los parques
donde nos recostamos
a ver las nubes
que pasan
dando forma
a lo que se nos antoje
en esas nubes
y en el rock
de la eterna juventud.
En el juego
que nos columpie
como en la niñez
y nos haga tocar
con las puntas
de los pies
y de los anhelos
el cielo de ahí nomás
que más queremos
para estar a gusto
donde y cuando
sea preciso.
En el agua
al beberla
como si naciéramos
en sorbos
vueltos trinos
en la primera hora
de la luz del día.
En la compañía
de los cuentos
que surgen
de magias creíbles
para que vuelen
zapatillas entrañables
por el aire
viento
brisa
por justicia
y sustancias
de la memoria
izada y danzante
en los árboles
del no olvido
que a perpetuidad
semillan.