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GUERNICA

Otra vez tenemos
que sanar el alba. 
Duele desde años 
este nombre 
y ahora más. 
Otra vez pedirle perdón 
a los trinos 
a tanto en flor 
a la niñez 
que vivió ese infierno 
a fin de octubre 
en aires 
que no fueron buenos 
y a la que lo vio. 
Lágrimas se atragantan 
imágenes de madrugada 
la peor dicen de sus vidas, 
testimonios 
palos en el centro 
de la indignación. 
Dolor!
Me incendiaron
todo
hasta mis documentos
los de mi señora también,
dijo un señor.
Cómo olvidar
la identidad
de lo que somos
no lo permite la decencia
y mucho menos
cómo no mirar.
El desalojo
de la crueldad
de la mentira
de la mezquindad
se hizo
y ha dejado
los pasos puestos
en el seguir
no en soledad
para gritar la náusea
contra los verdugos
de techos para vivir
contra los que gobiernan
el destierro.
Este éxodo
enrostra la historia
hay un antes y un después
que aborrece complicidad.
Tocar el frío
la intemperie
con helicópteros
que desvelan,
inundarse
hasta la desazón...
Hay que estar
en el baldío
de la cesantía
del hambre
hay que estar
donde se quema
el único lugar
para no caer
en la muerte
del abandono.
Miserable es acusar.
Cobarde callar.
Mil cuatrocientas familias
entre horizontes
ahora desconsolados
vieron dar de mamar
donde se hizo una escuelita
y organizó la dignidad.
Una marca que empuña
manos abiertas
en este tiempo
y su crudeza
para saber
con quienes hay que estar
cuando vienen a los tiros
intentando apagar el ojo de la luna
para que no salga el sol
pero aparece
porque en la mira
ve la lumbre
de la solidaridad.

28/10/20

Desalojo
A desalojar
el silencio de la letra
que no responde
a lo que urge,
la voz impropia
miserable eco
de privilegios
la que mira y no ve
la que amenaza, dispara,
deja tuerto
al sentido elemental
de amparo
y acogota
por tamaña indiferencia
que es crueldad.
A desalojar
el cuerpo no puesto
ante la desgracia
de miles 
porque son miles
de carne, hueso
e intemperie
al borde del vacío 
albergando dignidad
al tomar tierras
de largo abandono.
A desalojar 
la brutal mezquindad
que niega 
el universal derecho 
a una vivienda.
Un pedazo de cielo
es testigo 
de tamaña valentía 
ante la pobreza
que no paraliza,
se toma tierras
como se toma agua,
hay tanta sed
al centro 
de la privación.
A desalojar miles 
porque somos miles
la reverencia
a lo desalmado
por rastrero y sobornado.
A levantar
alfabetos fraternales
hay tanta desesperanza
como fuerzas y razón,
el derecho a una casa
tiene todas las palabras
que abrigan y acompañan
en honradas voces
de quienes están de pie
siendo una carta vital
que debe ser leída.
Hay niños que cantan
el dibujo de casitas
y embarazadas
prontas a dar a luz
en el medio de casi nada
y quizás de balas
mientras escribe el  frío
los manotazos del hambre
y la oscura angustia
que arrasa
con topadoras
de complicidad
el libro del abrazo
que exige
el desalojo de lo perverso
con la defensa inmediata,
sostenida e ineludible
de quienes son gente
y es justo
infinitamente justo
que vivan
como gente.

16/09/20

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